Un país con 1,3 billones de personas. El país más multicultural del planeta, y al mismo tiempo, uno de los más desiguales del mundo. En India viven los más ricos de los más ricos, y al mismo tiempo, aquí viven los más pobres de los pobres. Religiones, creencias, castas, tradiciones, tabúes, costumbres, etnias, todo se mezcla en un país que tiene desde montañas de más de 7000m, hasta selvas tropicales y desiertos. Abarcarlo todo es imposible, pero cambiar algunas realidades, es posible.

En este tiempo la situación del covid se ha disparado en este país que tanto amamos, y con ella, también se ha disparado la realidad social. Hay millones y millones de personas en India que viven al día. Cada mañana van al bazar (mercado) del pueblo más cercano y se ganan unas rupias, haciendo uso de la creatividad en sus mil formas. Los Indios son trabajadores, ingeniosos, como bien decimos «se buscan la vida». En general no son para nada vagos, y en nuestros años allí, no paro de sorprenderme hasta que puntos llega su creatividad y persistencia con el tal de poder ganas esas rupias, con las que luego comprarán algunas verduras para alimentar tanto a sus hijos, como a sus padres, tíos, hermanos y quizá también vecinos.

Pero, con esa pandemia, no solamente los hospitales están colapsados, también lo están todas estas familias. El gobierno ha llamado a «lockdown», es decir, los mercados están cerrados. Y aquí no hay seguridad social, seguro de paro, el gobierno brilla por su ausencia, y cada uno es responsable y víctima de su propia realidad. Y cuando esta realidad dicta hambre en toda la comunidad, bueno, ahí no hay consuelo que valga.

Este es el caso de las comunidades nómadas en Rajastán. Comunidades que viven en campamentos en el medio del desierto. Generalmente se dedican a vender zapatos y otros elementos que crean con el cuero de sus camellos, los cuales mientras viven, utilizan como medio de carga para trasladarse en caravanas. Son los más pobres de entre los pobres. Los más olvidados entre los olvidados. Sus carpas tienen agujeros, no tienen baños, y dependiendo de donde hayan encontrado una tierra para pasar el tiempo, tienen que caminar varios kilómetros para cargar agua.

La vida del desierto es de por sí muy dura, y, que más dura es cuando los hombres no pueden salir a trabajar, y no hay comida con la cual alimentar a sus niños.
Esta es la realidad, pero, gracias al aporte de toda la comunidad de DestinOriente, durante los días pasados pudimos repartir más de 80 canastas solidarias, que si bien no cambiarán la vida de esta gente, al menos le darán un alivio durante las próximas dos semanas.

En total recibimos 38 donaciones, las cuales equivalieron a US$ 1035, y con lo cual pudimos comprar 80 canastas, a un valor de 900 rupias India (US$ 13) y que contenían lo siguiente:
- 5kg de harina de chapati
- 2kg de cebollas
- 2kg de papas
- 2kg de lentejas
- 250g de té
- 1kg de azúcar.
- Elementos de higiene personal (jabón, máscaras, etc)
- Especias
- Vegetales extra con el dinero «sobrante»
Nuestros amigos Anoop (dueño de dos hoteles donde siempre alojamos los grupos), Nandu, Sabrina y Tom, fueron los encargados de las compras, distribución y organización de toda la entrega.

El espíritu de la solidaridad:
Algunas entregas se hicieron desde los hoteles, la gente iba hasta allí y buscar las canastas, pero, la mayoría de las entregas se hicieron en los campamentos de las tribus «Bhopa», ubicadas a las afueras de Pushkar.
Sabrina nos contó que en el segundo campamento que fueron, la gente ya estaba esperando y organizada desde hace mucho tiempo. Cada mujer jefa de familia se acercaba con sus bolsas y se les iba entregando la comida. Una de esas mujeres, aparentemente de las más grandes y con más autoridad en la comunidad, les comentó que efectivamente la estaban pasando muy mal y que ciertamente tenían hambre. Así que sin más, apenas recibió su canasta, se fue a su carpa y empezó a cocinar. Preparó té, amasó chapatis, y puso las cebollas a freír junto a pedacitos de papa que su hijo iba cortando.

Los niños esperaban expectantes, los hombres en cuclillas miraban con aire indiferente, pero sin disimular sus ansias. Cuando la comida estuvo lista, la mujer sirvió generosamente 3 platos. Los entregó a Tom, Sabrina y Nandu y con una gran sonrisa se dio un gusto que hacía tiempo no podía: ofreció a sus invitados una generosa comida.

Obviamente Tom, Sabrina y Nandu no querían aceptar! Ellos tienen todas las comodidades, y no querían abarcar lo que aquí tanto escaseaba y se esperaba. Pero, la comunidad esperaba y si bien estaban muy felices por haber recibido sus canastas, también lo estaban por poder ofrecer un poco de comida a quienes habían traído esperanza a la comunidad.

En fin, queda como pequeña anécdota para recordarnos la generosidad y hospitalidad que siempre estas comunidades tienen para con sus visitantes. Todo lo que dan, primero se comparte …
Reflexiones:
Ya no queda mucho que decir. Las fotos que Sabrina y Tom nos han mandado hablan por si solas. La ayuda ha llegado a destino, y si bien no vamos a cambiar el mundo, amigos, hemos cambiado la realidad de estas personas, al menos por unas semanas, y eso vale mucho. Solamente queda agradecerles a tod@s por ser parte de esta pequeña iniciativa solidaria, que ojalá sea la primera de muchas.

Si fuiste de quienes donaron a la recaudación, por favor revisa tu correo, te hemos enviado un informe completo de la entrega con datos de gastos, nombres de familias favorecidas, etc.
Si esta vez no participaste, nos encantaría contar contigo para la próxima 🙂
Les dejamos un abrazo, y un enorme GRACIAS, y que disfrutes de estas bellas fotos!
PD: puedes ver más de estas bellas fotos en el instagram de Sabrina y Tom @kasita.kanto
DestinOriente.