En este relato les compartimos lo que es la segunda y tercera sección del trekking hacia el campamento base del Mt. Everest. Desde el día 3 de trekking hasta que llegamos al campamento base del Mt. Everest.
Las personas que viven en este valle son los “sherpas”. Su denominación lejos de significar “porteadores” (como algunos occidentales asociamos), significa “gente del este” y se debe a que los sherpas emigraron hace unos 500 años desde el otro lado de los Himalayas (Tíbet) hasta esta zona antes deshabitada, muy fértil y sin señores feudales ávidos de impuestos.

Los Sherpas se asentaron en esta zona y vivieron casi aislados hasta que el Nepal fue abiertos hacia los extranjeros y las primeras expediciones de escalada comenzaron a llegar (1950). Allí fue cuando los Sherpas se empezaron a emplear como porteadores y guías ya que su fuerza supera la de cualquier hombre en la altura.
Volviendo al trekking, en el primer día de esta sección llegamos hasta Namche Bazaar. Este pueblo está ubicado a 3500m sobre el nivel del mar y antiguamente servía como punto de encuentro entre los Sherpas que viven en las alturas y las étnias que vivían más abajo. Siempre fue un centro de intercambio comercial y de ahí su nombre “Bazaar”. Aún hasta el día de hoy es el gran centro administrativo de la zona y en pleno 2017 uno puede encontrar mercados donde solo se maneja el trueque (los viernes) hasta panaderías y cafeterías con el más alto nivel occidental. Lo lindo y particular de este pueblo es que la única forma de llegar hasta allí es caminando y esto es un característica muy difícil de encontrar en este tiempo. Luego de 4 días de caminata intensa cruzando bosques, ríos y aldeas remotas cuando uno llega hasta aquí se siente como entrando a la ciudad de los Dioses, es impensable que toda esa infraestructura haya llegado a espaldas de las personas hasta aquí, la emoción es intensa y las ganas de seguir aumentan.

En Namche bazaar hicimos dos días de “descanso” para dar tiempo a que el organismo se adecúe a la falta de oxígeno y durante estos días aprovechamos para hacer caminatas a pueblo como Kumjung y Thame ubicados a pocas horas desde Namche e ideales como caminatas de aclimatación porque se encuentran a más altura que esta última.



A partir de Namche bazaar el clima, las construcciones y sobretodo las personas comienzan a cambiar drásticamente. La falta de oxígeno, el frio y la dureza del clima han hecho de las habitantes de la zona personas muy fuertes, de expresión inmutable, serios a la hora de hablar y derechos a la hora de trabajar. Durante estos días nos alojamos en sus casas y comemos allí. La comida es muy básica y lo normal es comer arroz con papas, sopa de lentejas aguada y si se tiene suerte alguna hoja verde. Este es el famoso “Dal Bhat” y es lo que ellos comen para almuerzo y cena. Por las mañanas se alimentan con “Tsampa” que es similar al ulpo o gofio tal cual nosotros lo conocemos.




Los Sherpas construyen sus casas con los materiales de la zona. Las paredes son enteramente de piedra y los techos antiguamente también lo eran (ahora se utilizan chapas), cada familia tiene un parcela de tierra la cual se trabaja con la ayuda de todos en la época de siembra y cosecha. Los Sherpas son budistas y cada pueblo tiene un monasterio que guía espiritualmente a todo el pueblo. En cada monasterio vive un “lama” (encarnación de Dios) y sus monjes. También los monasterios sirven como escuelas (para los varones) y se los educa en la religión budista aunque hoy en esta región del Nepal existen un montón de escuelas que han sido construidas por la fundación Hillary (el primer escalador en conseguir Everest) que dan escolaridad gratis a niños y niñas Sherpas y de excelente calidad.



Durante nuestro trekking y luego de pasar por Namche otra vez elegimos salirnos de la ruta convencional para poder visitar aldeas que han sido menos afectadas por el impacto del turismo y donde la vida sigue siendo como hace muchos siglos. El camino hasta esta aldea (Phortse) corta literalmente la montaña y es el mismo sendero que ha sido utilizado durante siglos para llegar hasta allí.
Phortse es una aldea netamente agrícola y uno de los primeros lugares donde decidieron asentarse los Sherpas luego de su llegada a la zona. El pueblo está protegido de los vientos norte lo cual lo transforma en un lugar muy “calido” y fértil.


Luego de Phorste seguimos ascendiendo ya hasta los 5000m y llegamos hasta la última aldea sherpa llamada Dingboche. Este asentamiento sirve como centro para los pastores dar de comer a su ganado en verano y su proximidad al rio convierte a estas tierras en fértiles para la siembra luego del monsoon.



En Dingboche ya nos encontrábamos a 5000m sobre el nivel del mar, cumplíamos la primer semana completa de trekking y el cansancio comenzaba a golpear. El frio, el viento helado de las montañas se sentía debajo de nuestra ropa técnica y la falta de oxigeno nos hacía despertar en medio de la noche con una sensación muy extraña de ahogo.
A los 5000m el cuerpo funciona muy diferente que cuando se está a nivel del mar. Vaya saber porque uno siente muchísimas ganas de orinar cada 20’ y es por eso que se debe conscientemente beber agua y tener cuidado de no deshidratarnos. El dolor de cabeza aparece y desaparece en el momento que uno se va a tomar una aspirina, el malestar llega pero desaparece con la motivación de saber que estamos más cerca del objetivo … y así uno va viviendo el trekking. De repente preguntándose ¿qué estoy haciendo aquí? Pero cuando levanta la cabeza y ve que esas montañas que hace unos días tan lejos estaban ahora ya pasaron a formar parte del suelo que se está pisando la respuesta llega automáticamente.


En Dingboche uno realmente comienza a “ser parte de la montaña”. Aquí uno está en el valle del Mt. Everest y los picos que lo rodean son ciertamente las cumbres más altas que existen en el mundo. Desde aquí uno siente que podría llegar hasta la cima en un rápido andar pero la realidad es que con las condiciones atmosféricas y climáticas del lugar todos los esquemas y realidades que antes conocíamos se caen al piso y desaparecen.
Por sobre los 5000m de altura el cuerpo funciona de una forma nunca antes conocida y toda la fuerza que uno tiene normalmente desaparece. El oxigeno escasea y el ritmo respiratorio se pierde sin que uno pueda controlarlo. El subir 200m se convierte en una tarea durísima y el caminar desde un pueblo hacia el siguiente en un desafío que requerirá una convicción y determinación total por parte del caminante.


Y es así como para recorrer los 25 km que separan Dingboche al Campamento base del Mt. Everest se requieren dos días de durísimo trekking. Aquí ya estamos sobre los 5100 – 5300m sobre el nivel del mar. La vegetación escacea cuando no desaparece, el paisaje es semi – lunar, la respiración se vuelve entrecortada, dura y lastimosa. El pecho se siente herido entre tanta falta de oxígeno y la luz del sol quema reflejada en el hielo y la nieve que están por todos lados. Las miradas de los caminantes se cruzan y dán ánimo en silencio, los amigos se buscan a la distancia y se palmotean la espalda sin decirlo. A esta altura del trekking cualquier esfuerzo mínimo se convierte en un gran desafío y cada vuelta del camino parece volverse eterna como si la madre “Chomologma” (nombre original del Mt Everest) estuviera probando la convicción de cada uno de sus visitantes…

La última “recta” hacia el campamento base deberá tener unos 3km de distancia y se tarda entre 1.30h y 2.00 en completarlo incluso para los más entrenados y fuertes deportistas. Aquí se da una situación muy insólita ya que desde el momento en que uno comienza ya a divisar el campamento la mente empieza a descansarse y uno se dice a si mismo que “ya estamos ahí”. Pero aquí el paso de inconcientemente a ritmo de “astronauta” y en este campo de rocas y hielo las distancias son engañosas, duras y un poco mentirosas. Esos 3km se vuelven eternos, casi intolerables. La presión se comienza a sentir en las sientes, la duele y mucho y el pecho se siente al explotar con tanta falta de oxígeno e ingreso de aire helado ….



Pero el camino arduo en un momento da paso al caminante y al fin y al cabo se llega hasta el campamento base del Mt. Everest.
El campamento base comparado con todo lo que hemos visto durante los 10 días anteriores no tiene mucho de lindo, pero si que tiene mucho de simbólico y si se quiere de místico. Cuando uno esta ahí siente la energía de esa montaña gigante venirse encima, uno siente la energía de tantas vidas que han desaparecido en sus grietas y precipicios y uno siente la energía de todas las personas que están alrededor. Todos quienes están allí han llegado por el mismo camino, todos se sienten igual de débiles, friolentos y un poco enfermos por las duras condiciones y todos están cumpliendo con su sueño tan anhelado … y la emoción llega, las lágrimas caen y la vida de uno se aparece delante de sus ojos como si de una película se tratara. Abrazos, felicitaciones, aplausos y muchas fotos … eso es lo que se ve pero dentro de cada una de esas personas que hasta allí llegan cada año sucede mucho de repaso de lo vivido, de cuestionamientos durante el camino, de aprendizajes, enseñanzas, culpas y perdones… de todo eso se trata el camino y de eso finalmente se trata este trekking: de recorrer, de caminar en silencio, de repasar, recordar y perdonar….



La vuelta hacia Katmandú es mucho más rápida que la ida y en solo 3 días ya estamos en Lukla donde se encuentra uno de los aeropuertos más peligrosos del mundo y desde donde abordamos una avioneta con destino Katmandú.


En Katmandú visitamos los sitios históricos de la ciudad (que tienen más de 1200años de antigüedad) y desde allí abordamos varios aviones para regresar a casas. Con varios kg menos, con un poco de barca y las uñas largas. Con muchas respuestas para preguntas antiguas, con muchas fotos y aún más recuerdos y enseñanzas. Un nuevo viaje ha llegada a su fin y lo que más quedará serán las espontaneidades del día a día, lo que compartimos con los compañeros, lo que la retina de cada persona observó y retuvo, los pueblos remotos visitados, las costumbres de las personas, alguien que nos sonrió y creó un recuerdo que difícilmente se borre algún día.

Agradecemos a todos quienes colaboraron con esta expedición, a todo nuestro equipo de DestinOriente en Nepal y sobretodo a todos los viajeros que confiaron en nosotros para vivir una de las experiencias más extremas y aventureras de sus vidas. Será hasta la próxima!
Namaste
DestinOriente